La reciente visita a Panamá y Colombia me dejó muchas y grandes satisfacciones. El contacto directo con mis clientes o con personas con las que comparto la pasión por el negocio inmobiliario es algo que me llena de alegría, de satisfacción y de orgullo. Aunque, a veces, me genera algunas preocupaciones, en especial porque veo a muchos jóvenes que puede ir por el camino equivocado.
¿Cómo así, Emil?, te preguntarás. Una de las alegrías de las conferencias que dicté en Hotmart y en La Cumbre de la Riqueza, evento al que mi amigo Javier Hernández gentilmente me invitó, fue comprobar que había muchos jóvenes en el auditorio. En los últimos años, a diferencia de la época en la que comencé, son cada vez más los jóvenes que son atraídos por el negocio inmobiliario.
Son entusiastas, son inquietos, son de mentalidad abierta, son echados palante. Todo eso está muy bien, me gusta. Sin embargo, reúnen algunas de las características que comúnmente se manifiestan como defectos. ¿Cómo así, Emil?, te preguntarás de nuevo. A estos jóvenes los mueve el deseo de ser millonarios a corto plazo y, en consecuencia, son impacientes y poco metódicos.
Todos los días vemos en internet anuncios que nos invitan a invertir en un proyecto ganador, a comprar el curso que te hará rico en 30 días, a seguir los 10 paso que se harán millonario, y cosas por el estilo. Aunque sabemos que la mayoría de esas propuestas son una estafa, cada día caen más personas que quieren probar suerte, que en su desespero no encuentran otra salida.
Salvo que te ganes la lotería (y tienes que comprarla), nada te hará millonario de la noche a la mañana, en un abrir y cerrar de ojos. No te dejes engañar. Y no pierdas tu tiempo en actividades que no son productivas. Dedícate a trabajar, busca asesoría profesional, diseña un programa y síguelo al pie de la letra. Habrá dificultades, sí, pero tarde o temprano llegará la recompensa. Y será más de lo que esperas.
El Consejo de Emil
Yo también fui joven, yo también quería producir mucho dinero tan rápido como fuera posible, yo también vi casos de amigos y conocidos que cayeron en esa trampa. No solo perdieron aquello que invirtieron, sino también su tiempo y algo muy importante: la confianza. ¿Cómo evitar este error? Aprende estas ocho estrategias que te podrán llevar a donde quieres, con menos riesgo:
1) Invierte en ti. La mejor semilla no germina entre las piedras, donde no recibe agua, donde no le da el rayo del sol. Igual pasa con el ser humano: si no se nutre permanentemente, si no aprende, si no se actualiza, si no multiplica lo que tiene, tarde o temprano se marchita. Invertir en ti también significa hacer lo que te gusta, vivir la vida, seguir tus pasiones, amar a los tuyos, reír a carcajadas.
2) No le temas al dinero. Parece un disparate, pero es cierto: hay personas que prefieren no ganar mucho porque no saben qué hacer con ese dinero, porque temen que aparezcan los problemas, que su vida se desordene. Con o sin dinero, ese riesgo existe. El dinero, en esencia, no es bueno ni malo: depende del uso que le des. Más bien, prepárate para emplearlo adecuadamente.
3) Gasta menos, invierte más. Se dice fácil, se hace difícil. Desde la infancia, en la casa, nos enseñan a gastar y poco o nada nos cultivan el hábito del ahorro. Y mucho menos nos hablan de invertir. Hoy, afortunadamente, hay muy buenos consultores que te brindan una gran educación financiera, que te cambian el chip con el que crecimos. Sumar más y restar menos, la premisa.
4) Paga tus deudas. Producto de esa mala educación que arrastramos, la cultura del consumo, somos muy dados a adquirir deudas que, la mayoría de las veces, no se justifican. La verdad es que terminamos trabajando no por nuestros sueños o por lo que deseamos, sino para cumplirle al banco. Y esa no es vida. Endéudate solo si es necesario y paga tus deudas. ¡Vive tranquilo!
5) Sé productivo. En el mundo moderno, muchas personas asumen que estar ocupado frente al computador o con una torre de papeles en el escritorio es trabajar. No es así: trabajar es ser productivo, es disfrutar lo que haces, es aprovechar tus dones y talentos, es ayudar a otros con tu conocimiento. Y, sobre todo, es ser productivo: recibir a cambio la recompensa deseada.
6) Aprende a administrar. El arte del éxito no radica en cuánto tienes, sino en qué haces para multiplicar esos recursos. Ahorra una parte de lo que ganas, reinvierte otra porción en tu negocio o en ti (en capacitación), delega y rodéate de gente competente que te motive a ser mejor. La fuente de la riqueza surge de aprender a administrar recursos, herramientas y tiempo.
7) Deja de soñar y, ¡actúa! La razón por la cual la mayoría de personas se queda en las buenas intenciones es porque vive soñando y nunca da el primer paso. El conocimiento, el talento y los dones que tienes, los recursos y herramientas con que cuentas de nada sirven si no tomas acción. Atrévete, deja el miedo, aprende de tus errores y levántate cuando caigas. Deja de soñar y, ¡actúa!