Me encantan los retos, porque me obligan a sacar lo mejor de mí. Por eso, cuando mi amigo Javier Hernández me invitó a ser parte de la Cumbre de la Riqueza, en Bogotá, no lo dudé un instante. Como sabes, tengo amplia experiencia dirigiéndome a auditorios conformados por consultores inmobiliarios, pero esta vez era diferente: me enfrentaba a un grupo de inversionistas.
Ese sábado era el último día de mi viaje, que comenzó en Panamá y luego tuvo intensas y muy enriquecedoras jornadas en Bogotá. Con el entusiasmo que siempre me genera el hecho de estar frente al público, me levanté con la energía positiva en el máximo nivel. Y mi adrenalina se desbordó cuando Javier me informó que solo disponía de una hora y 15 minutos.
“¿Nada más?”, pregunté. Dirás que 75 minutos son suficientes, pero la verdad es que esa presentación está diseñada para un poco más de dos horas. Y como se trataba de un público que poco o nada conocía del mundo inmobiliario, me hubiera encantado tener más tiempo. Pero, sé que esto ocurre con frecuencia y pensé que era una arandela más para el reto que había asumido.
Cuando estás frente a un auditorio que no está especializado en el mismo tema del que tú eres experto, pueden darse dos escenarios: uno, el ideal, que haya una rápida conexión con el público y se genere una interacción enriquecedora. Otra, que no se dé esa conexión y, entonces, haya quienes se distraigan, se ausenten aunque su cuerpo continúe allí, apostado en una de las sillas.
Por fortuna, sucedió lo primero. La verdad, se trataba de un público maravilloso, con todas las características que garantizan que el tiempo sea bien aprovechado, que haya un intercambio de aprendizajes: disposición, mente abierta y, algo muy importante, buen humor. Sí, porque la alegría es uno de los factores que nos permite aprender más rápido y mejor.
Los inversionistas en bolsa son personas que viven en modo dinero, con el signo $ dibujado en la frente. Y está bien, porque esa es la naturaleza de su actividad, una profesión que admiro y respeto profundamente. El problema es que suelen ser personas de poca paciencia, inclinados a los resultados inmediatos, a la adrenalina y al estrés de la fluctuación del mercado.
Si bien en el mundo inmobiliario también hay fluctuación, adrenalina y estrés, se manifiestan de manera diferente. Y la paciencia es una de las claves del éxito, porque hay que respetar el proceso, porque la negociación con el cliente no se da de un día para otro, porque hay otros factores que se deben considerar. Pero también hay puntos comunes entre las dos actividades, y eso aprendieron.
No hay nada más aterrador que el miedo a aprender. ¿Sabes por qué? Porque casi siempre implica un cambio (de ambiente, de actitud, de hábitos), y eso nos produce pánico. ¿Sabes cómo derrotarlo? Con conocimiento. El aprendizaje es la luz en el camino, algo así como el Ángel de la Guarda que te cuida las espaldas. Aprender, porque eso nadie te lo puede arrebatar.
El Consejo de Emil
Cuando uno trabaja en un campo en el que es posible ganar elevadas sumas de dinero producto de una sola transacción, necesita aprender a moverlo para multiplicarlo, para rentabilizarlo. Esa es una de las coincidencias entre el mundo inmobiliario y el de las inversiones en bolsa: se puede ganar mucho dinero, pero también existe el riesgo de perder mucho dinero, de perderlo todo.
Les conté como hago yo para sacar provecho de la plusvalía de mis inversiones, les mostré cuáles son las estrategias que ejecuto para participar en proyectos que me brinden ganancias y, lo más importante para ellos, les hice ver cómo pueden ellos ayudar a sus clientes a realizar inversiones sanas, inteligentes y, sobre todo, rentables en el mercado inmobiliario. ¡Y les encantó!, te digo.
Aparte de mi familia y de las personas que me acompañan en mi empresa, el mundo inmobiliario es mi otra pasión. Disfruto mucho ese trabajo y disfruto mucho no solo cuando puedo contribuir a que un cliente obtenga la propiedad que tanto había soñado, sino que también me produce una gran satisfacción comprobar cómo otras personas, ajenas al medio, ven el potencial que ofrece.
Y fue esa, precisamente, la palabra que empleé para hacerles ver las oportunidades que están ahí, al alcance de su mano, para hacer inversiones sanas y rentables. A medida que vieron que ese es un campo muy interesante para sus clientes y para ellos mismos, la temperatura subió al máximo. La interacción fue muy enriquecedora y a muchos la idea les quedó dando vueltas en la cabeza.
Cuando se terminó el tiempo, debo confesarte que el más feliz del auditorio era yo. Amo lo que hago y amo que otros se interesen en ello. El rato del refrigerio se fue en atender las inquietudes de los más interesados, que no eran pocos, y de los que deseaban saber qué debían hacer para aceptar la invitación que les hizo: que hagan parte de la Convención CDEI-2018, en octubre.
Por supuesto que les hablé de este, el evento más importante del mundo inmobiliario no solo en República Dominicana, sino en Latinoamérica. Seré muy feliz si algunas de las personas del privilegiado escenario de la Cumbre de la Riqueza estuvieran en Punta Cana. Ese fue el punto final de un viaje excitante, con mucho trabajo, mucho aprendizaje y muchas oportunidades.