En términos de béisbol, el deporte más popular de mi país y el Caribe, a todos nos cogieron fuera de base. A comienzos del mes de marzo, teníamos una vida que, si bien estaba lejos de ser perfecta, lidiábamos con ella. Luego, de un día para otro, cambió esa realidad, nos enviaron a casa a confinarnos y la vida se nos puso patas arriba. Y en esas andamos, tratando de acomodarnos.
Más allá del miedo que pueda producir un enemigo invisible y letal como el COVID-19, con el paso de los días lo que más incomodidad nos generó fue el encierro. A los seres humanos no nos enseñan a vivir en soledad y, tampoco, en confinamiento. Una situación que, además, desveló una realidad que también tiene visos de pandemia: nuestras casas no son aptas para este estilo de vida.
Una de las principales dificultades que enfrentó la mayoría de las personas durante los últimos meses fue la de no poder trabajar en su lugar habitual. Por decisión de las autoridades, debieron improvisar en sus casas un lugar de trabajo para continuar cumpliendo con sus responsabilidades. Y ahí fue Troya: muchos no tienen un computador adecuado, el internet es muy lento y los niños…
Sí, eso de trabajar con los hijos al lado, quizás también con la mascota, no es para todo el mundo. Te lo digo con conocimiento de causa, porque como seguramente sabes desde hace varios años dejé la oficina física y trabajo desde mi casa o desde donde esté, siempre y cuando pueda estar conectado a internet. Sin embargo, sé que mi trabajo es distinto al de muchas personas.
El Consejo de Emil
Además, como consultor inmobiliario, entiendo que en el abanico de cambios provocados por la pandemia en el estilo de vida de las personas la arquitectura de los hogares también sufrirá cambios. Por eso, invité a cuatro expertos: Roberto Rijo (Roberto Rijo + Arquitectos Asociados), Daniel Pons (Pons Arquitectos), Rafael Selman (Selman & Asociados Arquitectura) y Carlos Aguilar (GVA & Asociados).
Nadie más autorizado que ellos para hablar de este tema. “Yo creo que el ámbito que más se afecta es el doméstico. No tanto, a lo mejor, de la forma, sino del uso que les da la gente a esas viviendas”, dijo Roberto Rijo. “La gente va a valorar un poco más las características interiores de su vivienda y cómo ese lugar responde a las necesidades que surgirán tras la pandemia”, agregó.
En ese sentido, es probable que en los próximos meses, en 2021, se incremente un fenómeno que en Estados Unidos es popular: que la gente se desplace a las afueras de las grandes ciudades, a los suburbios, a lugares más tranquilos, con espacios más amplios. “La verdad, creo que hay una cantidad de desarrolladores de proyectos que están obsoletos desde hace años”, sentencia Roberto.
“Espero que esta situación que estamos viviendo provoque que tanto arquitectos como otras personas relacionadas con la construcción empiecen procesos de desarrollo de proyectos distintos a los actuales. El modelo vigente es el de un desarrollo de proyectos manejado por grupos, por consultoras que ejecutan los proyectos solamente con fines de retorno de inversión”, explica.
El uso de la vivienda y de los espacios, como lo mencioné, fue una de las principales dificultades de las personas durante el confinamiento. “Cuando tú no pasas tanto tiempo en la casa eso no te importa; comienza a importar cuando le das un uso diferente al doméstico, es el que vivimos ahora. Entonces es el momento en que surgen las preguntas que nos hacemos hoy”, dijo Roberto.
¿Cuáles preguntas?
Las relacionadas con la iluminación en la cocina, con los clósets, con disponer de espacios en los que pueda trabajar con tranquilidad o simplemente leer, es decir, hacer un uso distinto al habitual en ese espacio. “Cuando adquieren un inmueble, la mayoría de las personas no se fijan en eso, porque lo consideran un gasto innecesario. Ahora, eso va a cambiar”, agregó.
El home office fue la gran novedad del confinamiento, pero también el gran dolor de cabeza. Sin embargo, es una tendencia que seguramente se incrementará a corto plazo, pues las empresas y los propios trabajadores entendieron los beneficios de esta modalidad. Y, al parecer, no queda más remedio que acostumbrarnos a ella y, lo más importante, adaptar nuestros espacios a ella.
“La mentalidad va a cambiar y eso que acabas de mencionar sería grandioso. El problema es que cuando hablamos de urbanismo siempre pensamos en la gran metrópolis y el verdadero urbanismo debería ser revitalizar los pueblos. Esta es una oportunidad, pero hay que tener en cuenta que la mentalidad de las personas, su ideal del éxito y del triunfo, está en las ciudades”, afirmó Daniel Pons.
“De los cambios permanentes que probablemente tenga la vivienda, sea donde sea, es que se requiera algún espacio de oficina donde se pueda trabajar de manera remota, aunque de manera parcial. Que ese espacio sea flexible, probablemente, que haya una posibilidad de privacidad será la condicionante más importante que pueda tener eso en el diseño”, aportó Rafael Selman.
¿Los desarrollos grandes, entonces, deberían comenzar a considerar el diseño de espacios para el teletrabajo en las nuevas construcciones? “Desgraciadamente, por el mismo costo de la tierra, en el polígono central, no es algo fácil. Pero, creo que ahora es un momento para no utilizar el 100 % de la huella y dejar espacios abiertos en una torre. Puede ser el valor agregado”, aseguró Carlos Aguilar.
“La repercusión de una medida así puede ser muy alta porque estás creando una calidad de vida dentro de ese espacio y, a lo mejor, los nuevos compradores podrían valorar eso”, agregó. “Son las densidades las que determinan la explotación, el uso de los solares. Habría, entonces, que revisar las regulaciones y que lo que se haga en adelante ofrezca mayor contacto con el exterior”, dijo Daniel.
“La gente, incluso, durante este confinamiento ha sufrido ataques de ansiedad, de pánico y de claustrofobia, así que es probable que ahora todo el mundo exija contacto con el exterior”, agregó. Por supuesto, estas no son más que ideas y la única verdad, la definitiva, la dirá el cliente en su momento. Lo cierto es que los desarrolladores de proyectos deben estar preparados para los cambios.
“La pandemia es un acelerador de cambios, de alguna forma. Nos está enseñando a utilizar la tecnología que estaba disponible para comunicarnos en el trabajo y con la familia. También nos enseña que se puede ser productivo desde la casa, un tema que venía tomando auge en nuestro medio. Creo que son de las nuevas costumbres que se van a quedar con nosotros”, asegura Rafael.
Pero, además, algo que no es secundario: “Nos ha enseñado que la raza humana realmente es muy vulnerable y que hay cosas más importantes que lo que tú haces en tu vida. Ese contacto con la naturaleza, que nos va a obligar a cambiar las ciudades. Las ciudades son las que más deberán cambiar en el futuro porque lo que está en juego es el valor del espacio en función de lo privado”.
Uno de los cambios que seguramente veremos a corto o mediano plazo es que las familias ya no quieran vivir en apartamentos, sino en casas que tengan espacios para actividades como hacer ejercicio o descansar, quizás tener una huerta o energía renovable. Si dentro de la ciudad esto no es posible por los costos de la tierra, entonces la gente buscará opciones en las afueras.
“Creo que ese puede ser uno de los efectos más interesantes de la pandemia: la involución de la migración, que la gente vuelva a los pueblos, a las ciudades pequeñas de la provincia. Que quizás no tenga las comodidades de la ciudad, pero sí una mejor calidad de vida”, expresó Daniel Pons. “Creo que hoy es el momento para que las personas comiencen a considerar esta posibilidad”, agregó.
La pandemia, tarde o temprano, va a ser controlada o va a desaparecer. Sin embargo, el impacto en nuestra vida se quedará por mucho tiempo. Por eso, es fundamental comenzar a pensar de un modo distinto, pensar nuestra casa no solo como el lugar donde comemos y dormimos, sino como aquel en el que vivimos. Eso, por supuesto, exige un drástico cambio de mentalidad.